38. La perfección de la resistencia
Durante los muchos años que viví cerca de Luang Pu, nunca vi que su conducta indicara que algo le molestaba al grado de no poder soportarlo, y nunca lo escuché quejarse por alguna dificultad. Por ejemplo, en eventos dónde él era el monje más veterano, nunca hacía escándalos o exigía a los anfitriones que cambiaran algo para agradarle. Siempre que lo invitaban a algún lugar donde debía permanecer sentado por largos periodos de tiempo o donde el clima era húmedo y caluroso, nunca se quejaba. Cuando estaba enfermo y con dolor, o si su comida llegaba tarde, no importa cuán hambriento estuviera, nunca refunfuñaba. Si la comida era sosa e insípida, nunca pedía nada para sazonarla. En cambio, si veía a otro monje veterano protestando para conseguir un trato especial de otras personas, decía:
«¿No eres capaz de soportar siquiera esta nimiedad? Si no puedes lidiar con esto, cómo vas a vencer las corrupciones mentales y el ansia?».