12. ¿Dándole una lección?

Seis años después de que terminara la Segunda Guerra Mundial, el legado de la guerra persistía en forma de la pobreza y las dificultades provocadas por la escasez de alimentos y materiales, que afectaban a todos los hogares. En particular, había una gran escasez de tela. Si un monje o un novicio tenía aunque fuera un solo juego completo de hábitos podía considerarse afortunado.

Yo era uno de los muchos novicios que vivían con Luang Pu. Un día el novicio Phrom, otro de los sobrinos de Luang Pu, vio que el novicio Chumpon portaba unos hábitos nuevos muy bonitos, y le preguntó: «¿De dónde has sacaste esos hábitos?». El novicio Chumpon le dijo: «Cuando me tocó el turno de servir a Luang Pu él vio que mi hábito estaba roto y entonces me dio uno nuevo».

Cuando fue el turno del novicio Phrom para darle un masaje a Luang Pu, llevó un hábito rasgado, con la idea de conseguir uno nuevo también. Cuando acabó sus tareas y ya se marchaba, Luang Pu vió la rasgadura en el hábito y se llenó de compasión por su sobrino. Entonces se levantó, abrió el armario, y entregó algo a su sobrino, diciéndole:

«Aquí tienes. Cose eso. No vayas por ahí con un hábito así de roto».

Desilusionado, el novicio Phrom tuvo que aceptar allí mismo la aguja e hilo de manos de Luang Pu.